Inicio Artículos 2023 junio La construcción del poder popular y la lucha contra el imperialismo

La construcción del poder popular y la lucha contra el imperialismo

I. La estrategia de la guerra ideológica del imperialismo en América Latina.

a. La desideologización del movimiento popular y el populismo de derecha 1990-2021. La experiencia peruana.

Los años setenta y ochenta fueron en el Perú el periodo del ascenso de las organizaciones políticas de izquierda y del movimiento popular y en especial de las organizaciones sindicales y gremios campesinos hasta convertirse en una fuerza política decisiva en la política peruana. Este periodo se caracterizó por un alto grado de conciencia de clase y politización de los sectores populares.

Las organizaciones de izquierda, aunque fraccionadas en alianza con las organizaciones sociales y populares como la Confederación General de Trabajadores del Perú, entre otras lograron la restauración de la democracia luego de los paros generales de 1976 y 1977, que obligó a la dictadura del General Francisco Morales Bermúdez a convocar a las elecciones de la Asamblea Constituyente en 1978 en las que las organizaciones de izquierda y el Partido Comunista Peruano, obtuvieron el 28% de la representación constituyente.

Este ascenso popular, alcanzó su máximo nivel en la victoria política de Izquierda Unidad en las elecciones municipales de 1983 en Lima y la mayor parte de las ciudades del país, consolidándose como la segunda fuerza política del Perú.

Este proceso de acumulación de fuerzas políticas y sociales alcanzó su cenit en las elecciones presidenciales de 1985 en las que la Izquierda Unida se consolidó como segunda fuerza política, pero también ese mismo año fue el inicio de su declive. Los sectores populares se fueron alejando del discurso y la propuesta de la izquierda que se había sumido en la división, la disputa de camarillas diligénciales y aventurerismo político protagonizado por partidos de la vertiente socialdemócrata radicalizados, que desvió la atención de las demandas sociales urgentes como la solución a la violencia política, el terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA, el terrorismo de Estado y la galopante crisis económica e hiperinflación de 1988-1990 agravada por el desabastecimiento de los alimentos básicos y combustibles.

Finalmente, este declive concluyó en 1990 con la extinción de Izquierda Unidad y el trasvase de los sectores populares que la respaldaban al emergente fujimorismo.

b. El trasvase.

La irrupción del fujimorismo en la política peruana en 1990 canalizó a su favor los miedos de las mayorías del Perú: a la generalización de la violencia terrorista que el Gobierno de Alan García había sido incapaz de detener, la amenaza de un “shock” económico neoliberal anunciado por el candidato de la naciente ultraderecha Mario Vargas Llosa y la descarriada crisis económica que había sumido al Perú en el desabastecimiento de alimentos básicos y en la hiperinflación. Todo ello ocurría en el marco de la implementación en América Latina del llamado “Consenso de Washington” o la implementación del modelo neoliberal diseñado por el imperialismo estadounidense para América Latina.

Alberto Fujimori ganó las elecciones de 1990, la izquierda se redujo a una minoría absoluta. Alberto Fujimori una vez en el Gobierno aplicó las medidas de choque económico (el llamado fuji-shock) acompañada de una política de clientelaje político entre los sectores sociales más deprimidos.

Después de 21 meses de gobierno, Fujimori dio un golpe de Estado el 5 de abril de 1992, cerró el Congreso de la Republica y abrogó la Constitución Política de 1979; en junio de 1992 es capturado Víctor Polay Campos líder del MRTA y septiembre de ese mismo año fue capturada la camarilla dirigencial de la organización terrorista Sendero Luminoso incluido su líder Abimael Guzmán Reynoso. El fujimorismo se había iniciado. El gobierno de Alberto Fujimori había satisfecho las demandas urgentes de la población conjurando su más profundo miedo: la destrucción del país por la crisis económica y en menor grado por el terrorismo de Sendero Luminoso. Así ocurrió el trasvase de las mayorías sociales organizadas y no organizadas vinculadas al asistencialismo gubernamental del fujimorismo en los años posteriores.

El trasvase fue acompañado de una persistente política de persecución y represión política en contra los rezagos de la izquierda y en contra de los liderazgos sindicales y populares que se oponían al modelo económico, con la implementación sistemática de la guerra sucia diseñada en la CIA y el Departamento de Estado del gobierno estadounidense, sumado a ello las prácticas corruptas del Gobierno de Alberto Fujimori, no solo orientadas a mantener el control de la Fuerzas Armadas, sino también a financiar la desideologización de los sectores populares desde la prensa, las universidades ocupadas por la Fuerzas Armadas y estimulando la creación de partidos políticos que ocultaban organizaciones criminales vinculadas al narcotráfico y a la corrupción público-privada, sentando las bases para que la política no sea más una cuestión de ideologías o programas de gobierno sino de “negocios”.

c. El triunfo de la ideología sobre la ciencia política. (mi sugerencia)

Como decía Carlos Marx, “la ideología es una forma falsa de conocimiento” y eso es lo que se ha impuesto en América latina desde los años 90. Conocer ese proceso es un factor importante que nos debe permitir reflexionar y superar los errores cometidos.

La lucha política de la izquierda peruana siempre estuvo vinculada al desarrollo de plataformas políticas que analizaba la realidad sustentándose en la ciencia. De allí la fortaleza de la propuesta socialista-comunista de la izquierda marxista.

En ese contexto, dos son los factores que crean las condiciones para el triunfo de la ideología de la derecha sobre la propuesta política de la izquierda:

a. La precarización de la vida económica del país desestructura políticamente a los sectores más consientes de la clase trabajadora.

b. La precarización de la vida política del país genera las condiciones para el desarrollo del clientelismo.

c. El populismo clientelismo político genera las condiciones para la estructuración del populismo político de derecha que se manifiesta primero con el “independentismo político” y luego con el surgimiento del “fujimorismo” quienes, en ambos casos desarrollan propuestas pro capitalistas no liberales. Es necesario recalcar que, este populismo surge de la crisis del movimiento populista de izquierda más grande de nuestro país, el APRA. Tanto el populismo de izquierda como el de derecha han vendido la idea de una revolución capitalista, en la versión de izquierda esta pretende crear desde el estado una burguesía nacional -en cuyo intento fracasó Alan García y sus doce apóstoles- mientras que la segunda pretende crear una revolución capitalista “liberando las fuerzas del mercado” y, a través de un capitalismo popular crear las condiciones para el desarrollo de una burguesía nacional. Frente a la alternativa política de la “revolución social no socialista” planteada por el APRA desde su fundación, se propone, después de su fracaso, una revolución contra la política desde una perspectiva tecnocrática pero implícitamente prosistema.

Lo cierto es que, de ambos procesos, que son continuos en el tiempo, lo único que surgió fue una burguesía bruta y achorada y una lumpenización de la política nunca antes vista, ya no solo en el ámbito del estado, sino en todos los estratos sociales, lo que se fortalece es la economía informal.

De la misma forma, esta “liberación” de las fuerzas del mercado, lo único que produce es el fortalecimiento de los monopolios, sobre todos los financieros que es el espacio en que las transnacionales, los monopolios, las actividades informales y los políticos enriquecidos, blanquean el dinero mal habido a costa de la pobreza y precarización de las mayorías.

d. Este avance del populismo se produce también porque los sectores oportunistas de la izquierda -en su versión social demócrata y liberal progre- abandonan la lucha política en las esferas de los gobiernos que conducía, dejan la defensa de los principios a caer en el pragmatismo, no definen que tipo de izquierda son con la intensión de seguir ganando elecciones, es decir, se abandona la clara definición de socialismo-comunista que permitió la construcción de la Izquierda Unida, lo cual permitió que surgiera el confucionismo ideológico y que la ciudadanía perdiera la capacidad de distinguir entre la izquierda marxista, revolucionaria y socialista y el resto de los partidos populistas que se autocalificaban de izquierda cada vez que se producían procesos electorales.

La crisis fue tal, que dentro de la misma izquierda oportunista se comienza a plantear la idea de un capitalismo popular, lo cual produce el surgimiento del “independentismo” de los “no partidarizados” dentro de Izquierda Unida, luego la lucha por el “perfil propio” y finalmente la división de la izquierda. 

Sobre la base de esa descomposición en el movimiento social es que surge el “independentismo” y el fujimorismo, que también navega sobre un autoritarismo militarista muy instalado en el imaginario colectivo popular y que tiene que ver con la idea de orden más que de una propuesta basada en programas sólidamente sustentados. Sobre la base de esa derrota de la política doctrinaria marxista, que es una crisis de praxis, es que se fortalece la ideología de derecha que se construye no solo sobre las ideas neoliberales, sino sobre un fuete combinación de prejuicios, miedos y sentimientos pasionales que la derecha instrumentaliza de manera sistemática y funcional, sin que la izquierda sea capaz de plantear una alternativa real al populismo de izquierda y de derecha.

El fujimorismo, premunido de un vasto aparato de propaganda, desarrolló una exitosa estrategia de desideologización de los sectores juveniles y estudiantiles, ocupando militarmente las principales universidades peruanas como San Marcos, la UNI y La Cantuta. Desarrollando una feroz campaña de anticomunismo, propugnado el individualismo contra la solidaridad, la competencia sin escrúpulos, el cambio de los valores humanistas por valores mercantilistas que alimentaron el desencanto de los sectores populares con los partidos políticos que sumieron al país en las crisis de los 80  (Acción Popular, Partido Popular Cristiano y APRA) y la desilusión con los partidos que fueron incapaces de convertirse en la alternativa de gobierno para salir de la crisis y de la violencia terrorista, paramilitar y estatal como Izquierda Unida.

El fujimorismo implemento con maestría la receta ideología del neoliberalismo: la desideologización de los sectores populares organizados y no organizados, imponiéndoles la creencia de que sus fines están en los límites de las reivindicaciones económicas: las mejores condiciones de trabajo (trabajo decente), el diálogo social trabajador-patrón, recibir la asistencia social y el autoempleo, desmoronado en los sectores populares organizados el objetivo de luchar por ser poder y construir el socialismo.

En su estrategia de penetración ideológica del imperialismo en el Perú, desplegó una tenaz guerra con el neoliberal como ariete, que mostraba la autodisolución de la URSS y la caída del bloque socialista de Europa oriental, como el fin del paradigma socialista-comunista y lo “irreal” de la lucha por el socialismo de los comunistas y socialista de izquierda.

II. El poder popular y el nuevo Estado. Recuperar a los sectores populares desde una perspectiva de construcción de la independencia.

Revertir la desideologización de los sectores populares para transformarlos en agentes del cambio revolucionario por el socialismo, requiere el desarrollo de una táctica que tenga como eje solucionar, en primer lugar, la contradicción independencia-imperialismo, que facilite la incorporación de otros sectores sociales a la lucha antiimperialista y en segundo lugar el desarrollo de las fuerzas productivas.

Las palabras de Condoleezza Rice “cambiar la plataforma de dependencia energética de Europa de Rusia por la dependencia de los recursos energéticos de EE. UU” resume la estrategia del imperialismo en su esencia: obtención de recursos naturales y mercados monopólicos, en donde las guerras, la diplomacia, las sanciones, los embargos y otros medios de coacción solo son mecanismos para satisfacer la voracidad del capital expandido.

Los países América Latina están atados a un sistema de dependencias muy profundos, que afectan diversos ámbitos del desarrollo de nuestros países, que obstruyen de un modo u otro la construcción y el desarrollo de las fuerzas productivas en la meta del socialismo.

En este contexto, en que la lucha del capital monopólico de estado lucha por mantener su hegemonía a través de las sanciones y la guerra, es correcta la política de lucha contra el imperialismo. Sin embargo, es necesario entender que esta confrontación tiene varios niveles:

a. El de la lucha a nivel de los bloques regionales contra la dictadura financiera del dólar en el sistema económico mundial. De alguna manera estos bloques podrían ser catalogados como un frente popular mundial antifascista. Los BRISC, el grupo de Shanghái, la OPEP-Plus entre otros.

b. Los movimientos políticos antimperialistas y antifascistas, los cuales no son necesariamente espacios de lucha por el socialismo.

Si, en este contexto de lucha, nos enfrentamos a los grandes monopolios corporativos los cuales están en franco proceso de fascistización debido a su pérdida de poder hegemónico en la guerra económica que hemos atravesado a partir de la imposición de la globalización capitalista de los 90. Dimitrov sostenía que “el fascismo es la dictadura terrorista descarada de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”, sin embargo, esta definición nos podría a identificar “dictadura terrorista” con un régimen dictatorial y totalitario lo cual es un error, porque todo estado descansa sobre mecanismos de fuerza y esto equivale a pensar que existe una verdadera dicotomía “democracia vs dictadura” y a confundir forma con esencia. El fascismo de hoy no será igual que el de los años 30, vendrá con otro disfraz, el fascismo de hoy puede articular perfectamente el pluralismo partidario con el pensamiento único, puede sustentarse no en una ideología única de estado, sino en una estupidización masiva de la población a través de los medios, estas son las formas que ya se comienzan a develar en la militarización planteada por la OTAN y en la guerra como la principal forma de resolver los problemas económicos y políticos, los casos de Ucrania y el conflicto en Taiwán son manifestaciones de ello.    

Estas dependencias se transforman en un instrumento poderoso del imperialismo y del modelo neoliberal cuando nuestras naciones buscan un camino distinto de desarrollo, sin haber roto las cadenas que los atan al sistema de dependencias impuestas desde el imperio.

Por otro lado, la dependencia de los países de América Latina se puede convertir en un instrumento político esencial para la instrumentalización de nuestros países por parte del capital financiero internacional y el complejo militar industrial en momentos claves de la confrontación política.

Por ello, la lucha contra el proceso de fascistización que se vive a escala mundial como producto de la crisis del mundo unipolar y el surgimiento de un mundo multipolar, no nos debe llevar a abandonar la lucha principal que es por el socialismo. Debemos transformar la lucha antifascista y antimperialista en una lucha permanente contra el capitalismo y por una alternativa socialista.

En la estrategia de desarrollar una exitosa lucha antiimperialista, el caso del Perú, radica en que los comunistas, los partidos de izquierda, los sectores populares organizados conciban un proyecto alternativo de nación, que tenga como eje solucionar la contradicción independencia-imperialismo.

En ese sentido, es necesario que los comunistas trabajemos en tres sentidos estratégicos:

a. La construcción de un movimiento social politizado en una perspectiva socialista, lo cual significa fortalecer la relación partido-sociedad civil.

b. Trabajar por ocupar espacios de poder y convertirlos en referentes de transformación económica, social y política.

c. Trabajar por mejorar nuestras formas de comunicar nuestra perspectiva política sobre la base de la popularización de las ideas socialistas.

En la estrategia de lucha por la nueva sociedad en tránsito al socialismo, la superación de esta dependencia debe asegurar la conducción de la nueva sociedad y del nuevo Estado por los trabajadores formados en la gestión de la producción social, lo cual debe ser la esencia de la ideología constitucional antiimperialista.

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