Sobre Un Nuevo Factor En La Lucha Antiimperialista Del Siglo Xxi

El imperialismo, completamente sometido a la ley del beneficio constante y del superbeneficio, existe a partir de dos fuentes principales. En primer lugar, los monopolios, que constituyen la esencia del imperialismo, tratan de extorsionar al máximo los beneficios de la explotación del proletariado de sus países de origen, retirando a menudo no sólo el excedente, sino también el producto necesario de su trabajo, y dando lugar así a inevitables crisis de “superproducción”.

La segunda fuente obligatoria es la explotación de los recursos naturales, artificiales y humanos en el extranjero. La competencia entre los monopolios por la posesión de esta fuente da lugar a las inevitables guerras interestatales, a las crisis sistémicas del imperialismo.

Si en tiempos de Lenin tales guerras eran libradas por los monopolios nacionales, hasta llegar a una guerra mundial, cuyo objetivo era la posesión del mundo entero. Ahora tal guerra es generada por el primer monopolio que ha crecido hasta el fascismo después de la Segunda Guerra Mundial – la oligarquía financiera mundial anglosajona, con sede en EEUU, Canadá, Gran Bretaña y rodeada de numerosos satélites – desde los estados de la UE hasta Australia, Corea del Sur y Japón.

No es ningún secreto que, desde mediados del siglo XX, la humanidad ha entrado en un periodo de globalización como proceso progresivo de unidad acelerada, generalizada e integral basado en los logros del progreso científico y tecnológico. Este proceso, si se le da espacio, promete a la humanidad la solución de todos los problemas sin excepción. Pero en el contexto de la globalización también se han hecho dominantes los monopolios mundiales, en primer lugar, diversos destacamentos de la oligarquía financiera mundial. Compiten entre sí por el dominio del mundo, y uno de ellos, el anglosajón, obstaculiza directamente el proceso global de unidad, recurriendo a bloqueos económicos, a una política de separación para gobernar, a una carrera armamentística y a guerras destructivas.

La peculiaridad del momento actual es precisamente el hecho de que la primera oligarquía financiera mundial anglosajona, que ha irrumpido en la dominación del mundo desde 1945, intenta mantener el dominio logrado en el mundo iniciando para ello una activa expansión económica, informativa, psicológica y militar. Pero en virtud del funcionamiento de tales leyes objetivas del capitalismo como las leyes del desarrollo desigual del capital y su constante concentración, han surgido otros monopolios mundiales, oligarquías financieras, naturalmente opuestas a esta expansión. Así, el mundo se arrastra hacia la Tercera Guerra Mundial.

Es aquí donde surge un nuevo factor en la lucha antiimperialista: si cualquier guerra anterior desencadenada por el imperialismo provocó bajas y destrucciones colosales, pero no planteó la cuestión de la existencia de la humanidad, la Tercera Guerra Mundial sí la plantea: la civilización humana puede dejar de existir en la agonía demostrada ya en 1945 por los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.

La cuestión se agrava por el hecho de que el destacamento anglosajón de la oligarquía financiera mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, fue el primero en recorrer el camino hacia el fascismo inevitable para el imperialismo y, de hecho, está libre de los controles del terrorismo, al menos en política internacional, así como por el hecho de que, a diferencia del anterior y derrotado contendiente por la hegemonía mundial -el fascismo europeo dirigido por la Alemania nazi-, el destacamento anglosajón de la oligarquía financiera mundial posee armas de destrucción masiva. Algunas nociones generales de que la presencia de armas de destrucción masiva en todas las partes beligerantes supuestamente no permitirá que se utilicen son ingenuas y sólo se cultivan para justificar una mayor carrera armamentística nuclear como supuesta panacea para la guerra, así como para impedir la prohibición del desarrollo, la producción, el almacenamiento y el uso de armas nucleares y su eliminación. Las armas nucleares no se utilizarán sólo en un caso: si se eliminan bajo un estricto control internacional.

Y si es así, entonces la humanidad se enfrenta a un dilema: la primera opción es acabar con el dominio de la oligarquía financiera mundial neofascista anglosajona, que cuestiona la existencia de la civilización. La segunda opción es desaparecer históricamente, si se permite que esta oligarquía financiera mundial neofascista anglosajona desencadene una Tercera Guerra Mundial a gran escala con el uso de armas nucleares.

De este dilema se desprenden dos conclusiones tácticas:

1. Para acabar con el fascismo “democrático” moderno llevado a cabo por la oligarquía financiera mundial anglosajona y sus satélites, es necesario formar el más amplio frente antiimperialista y antifascista. Un ejemplo típico de la táctica victoriosa de Stalin es la participación de los Estados del imperialismo “democrático” -Estados Unidos y Gran Bretaña- en la coalición antifascista contra Hitler. El nazismo alemán era el principal enemigo de los trabajadores y de toda la humanidad, y fue derrotado por la URSS con la ayuda de todo lo antifascista que había en el mundo. Hoy, el principal enemigo de la humanidad, aún más peligroso que el fascismo de Hitler, es el neofascismo “democrático” realizado por la oligarquía financiera mundial anglosajona, ya que posee armas de destrucción masiva. Al mismo tiempo, una responsabilidad especial recae sobre los pueblos de los Estados agresores, a partir de su capacidad de movilización y organización para eliminar sus regímenes fascistas.

2. La lucha por la paz contra la agresión de la oligarquía financiera mundial anglosajona debe elevarse a exigencia universal, ya que frenar su agresión detendrá el peligro de muerte de la humanidad en un cataclismo nuclear y excluirá la segunda de las fuentes mencionadas de sus beneficios y superbeneficios -la expansión armada-, destruyéndola así. Así pues, la situación dicta la dirección del golpe principal para la salvación de la humanidad: contra la agresión neofascista del destacamento anglosajón de la oligarquía financiera mundial, y el método principal en esta lucha es impedir que desencadene la Tercera Guerra Mundial con el uso de armas de destrucción masiva. Sobre el trasfondo de este análisis, queda claro el oportunismo de aquellos, incluidos los que se consideran comunistas, que en el actual conflicto mundial exigen oponerse por igual a todos sus participantes imperialistas. Con ello se pretende desviar fuerzas y medios de la lucha contra el principal enemigo actual de la humanidad: el agresivo destacamento neofascista anglosajón de la oligarquía financiera mundial, que no dará ni paz ni progreso social.

El planteamiento aquí esbozado requiere que todas las fuerzas cuerdas del Planeta apoyen la operación militar especial de Rusia en Ucrania, que es un desplante a la expansión de la junta estadounidense-bandera. Es un apoyo a la intención de China de establecer realmente una política de una sola China e impedir que Estados Unidos luche por Taiwán. Es un apoyo a los heroicos esfuerzos de los dirigentes de la RPDC en la lucha contra los intentos de Estados Unidos y sus satélites de aplicar su chantaje nuclear en la península coreana y en la región.

El gran líder del pueblo soviético, J. V. Stalin, afirmó correctamente que mientras exista el imperialismo, también existe el peligro de guerra. Pero no admitió la fatal inevitabilidad de tal guerra, declarando que si los pueblos del mundo tomaban en sus manos la causa de la paz y la defendían hasta el fin, entonces la paz se conservaría y consolidaría. Y nuestra tarea es hacer realidad esta previsión de J. V. Stalin: que los pueblos del mundo, todo lo antifascista que hay en él, tomen en sus manos la causa de la paz, construyan una barrera fiable contra otra guerra imperialista mundial y condenen así al imperialismo a la destrucción.

El imperialismo, completamente sometido a la ley del beneficio constante y del superbeneficio, existe a partir de dos fuentes principales. En primer lugar, los monopolios, que constituyen la esencia del imperialismo, tratan de extorsionar al máximo los beneficios de la explotación del proletariado de sus países de origen, retirando a menudo no sólo el excedente, sino también el producto necesario de su trabajo, y dando lugar así a inevitables crisis de “superproducción”.

La segunda fuente obligatoria es la explotación de los recursos naturales, artificiales y humanos en el extranjero. La competencia entre los monopolios por la posesión de esta fuente da lugar a las inevitables guerras interestatales, a las crisis sistémicas del imperialismo.

Si en tiempos de Lenin tales guerras eran libradas por los monopolios nacionales, hasta llegar a una guerra mundial, cuyo objetivo era la posesión del mundo entero. Ahora tal guerra es generada por el primer monopolio que ha crecido hasta el fascismo después de la Segunda Guerra Mundial – la oligarquía financiera mundial anglosajona, con sede en EEUU, Canadá, Gran Bretaña y rodeada de numerosos satélites – desde los estados de la UE hasta Australia, Corea del Sur y Japón.

No es ningún secreto que, desde mediados del siglo XX, la humanidad ha entrado en un periodo de globalización como proceso progresivo de unidad acelerada, generalizada e integral basado en los logros del progreso científico y tecnológico. Este proceso, si se le da espacio, promete a la humanidad la solución de todos los problemas sin excepción. Pero en el contexto de la globalización también se han hecho dominantes los monopolios mundiales, en primer lugar, diversos destacamentos de la oligarquía financiera mundial. Compiten entre sí por el dominio del mundo, y uno de ellos, el anglosajón, obstaculiza directamente el proceso global de unidad, recurriendo a bloqueos económicos, a una política de separación para gobernar, a una carrera armamentística y a guerras destructivas.

La peculiaridad del momento actual es precisamente el hecho de que la primera oligarquía financiera mundial anglosajona, que ha irrumpido en la dominación del mundo desde 1945, intenta mantener el dominio logrado en el mundo iniciando para ello una activa expansión económica, informativa, psicológica y militar. Pero en virtud del funcionamiento de tales leyes objetivas del capitalismo como las leyes del desarrollo desigual del capital y su constante concentración, han surgido otros monopolios mundiales, oligarquías financieras, naturalmente opuestas a esta expansión. Así, el mundo se arrastra hacia la Tercera Guerra Mundial.

Es aquí donde surge un nuevo factor en la lucha antiimperialista: si cualquier guerra anterior desencadenada por el imperialismo provocó bajas y destrucciones colosales, pero no planteó la cuestión de la existencia de la humanidad, la Tercera Guerra Mundial sí la plantea: la civilización humana puede dejar de existir en la agonía demostrada ya en 1945 por los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.

La cuestión se agrava por el hecho de que el destacamento anglosajón de la oligarquía financiera mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, fue el primero en recorrer el camino hacia el fascismo inevitable para el imperialismo y, de hecho, está libre de los controles del terrorismo, al menos en política internacional, así como por el hecho de que, a diferencia del anterior y derrotado contendiente por la hegemonía mundial -el fascismo europeo dirigido por la Alemania nazi-, el destacamento anglosajón de la oligarquía financiera mundial posee armas de destrucción masiva. Algunas nociones generales de que la presencia de armas de destrucción masiva en todas las partes beligerantes supuestamente no permitirá que se utilicen son ingenuas y sólo se cultivan para justificar una mayor carrera armamentística nuclear como supuesta panacea para la guerra, así como para impedir la prohibición del desarrollo, la producción, el almacenamiento y el uso de armas nucleares y su eliminación. Las armas nucleares no se utilizarán sólo en un caso: si se eliminan bajo un estricto control internacional.

Y si es así, entonces la humanidad se enfrenta a un dilema: la primera opción es acabar con el dominio de la oligarquía financiera mundial neofascista anglosajona, que cuestiona la existencia de la civilización. La segunda opción es desaparecer históricamente, si se permite que esta oligarquía financiera mundial neofascista anglosajona desencadene una Tercera Guerra Mundial a gran escala con el uso de armas nucleares.

De este dilema se desprenden dos conclusiones tácticas:

1. Para acabar con el fascismo “democrático” moderno llevado a cabo por la oligarquía financiera mundial anglosajona y sus satélites, es necesario formar el más amplio frente antiimperialista y antifascista. Un ejemplo típico de la táctica victoriosa de Stalin es la participación de los Estados del imperialismo “democrático” -Estados Unidos y Gran Bretaña- en la coalición antifascista contra Hitler. El nazismo alemán era el principal enemigo de los trabajadores y de toda la humanidad, y fue derrotado por la URSS con la ayuda de todo lo antifascista que había en el mundo. Hoy, el principal enemigo de la humanidad, aún más peligroso que el fascismo de Hitler, es el neofascismo “democrático” realizado por la oligarquía financiera mundial anglosajona, ya que posee armas de destrucción masiva. Al mismo tiempo, una responsabilidad especial recae sobre los pueblos de los Estados agresores, a partir de su capacidad de movilización y organización para eliminar sus regímenes fascistas.

2. La lucha por la paz contra la agresión de la oligarquía financiera mundial anglosajona debe elevarse a exigencia universal, ya que frenar su agresión detendrá el peligro de muerte de la humanidad en un cataclismo nuclear y excluirá la segunda de las fuentes mencionadas de sus beneficios y superbeneficios -la expansión armada-, destruyéndola así. Así pues, la situación dicta la dirección del golpe principal para la salvación de la humanidad: contra la agresión neofascista del destacamento anglosajón de la oligarquía financiera mundial, y el método principal en esta lucha es impedir que desencadene la Tercera Guerra Mundial con el uso de armas de destrucción masiva. Sobre el trasfondo de este análisis, queda claro el oportunismo de aquellos, incluidos los que se consideran comunistas, que en el actual conflicto mundial exigen oponerse por igual a todos sus participantes imperialistas. Con ello se pretende desviar fuerzas y medios de la lucha contra el principal enemigo actual de la humanidad: el agresivo destacamento neofascista anglosajón de la oligarquía financiera mundial, que no dará ni paz ni progreso social.

El planteamiento aquí esbozado requiere que todas las fuerzas cuerdas del Planeta apoyen la operación militar especial de Rusia en Ucrania, que es un desplante a la expansión de la junta estadounidense-bandera. Es un apoyo a la intención de China de establecer realmente una política de una sola China e impedir que Estados Unidos luche por Taiwán. Es un apoyo a los heroicos esfuerzos de los dirigentes de la RPDC en la lucha contra los intentos de Estados Unidos y sus satélites de aplicar su chantaje nuclear en la península coreana y en la región.

El gran líder del pueblo soviético, J. V. Stalin, afirmó correctamente que mientras exista el imperialismo, también existe el peligro de guerra. Pero no admitió la fatal inevitabilidad de tal guerra, declarando que si los pueblos del mundo tomaban en sus manos la causa de la paz y la defendían hasta el fin, entonces la paz se conservaría y consolidaría. Y nuestra tarea es hacer realidad esta previsión de J. V. Stalin: que los pueblos del mundo, todo lo antifascista que hay en él, tomen en sus manos la causa de la paz, construyan una barrera fiable contra otra guerra imperialista mundial y condenen así al imperialismo a la destrucción.